Al fin ha llegado el día, ese día en que volvería a encontrarme con mi lugar favorito del mundo, Miyajima. En cada viaje que he realizado a Japón siempre ha sido un fijo en mi ruta, y hacer noche en la isla es obligatorio para mi.
Rumbo a Miyajima:
Todo empezó con un madrugón considerable en el hotel de Kokura, levantándome sobre las 6:30. El tren pasaba por la estación a eso de las 7:20 y como la tenía justo al lado pues fui tranquilo. Hoy tocaba coger un shinkansen que me llevaría primero a Hiroshima, y de allí un tren local hasta Miyajimaguchi, estación desde la que hay que caminar un poco para coger el ferry que te lleva a Miyajima.
En el tren que iba a Miyajimaguchi se subió un japonés que me miraba raro, y no dejó de mirarme en 3 o 4 paradas, para mí que le faltaba una luna al pobre. Ya en la estación, antes de subir al ferry pasé por el konbini, ya que no cogí comidas en el hotel y en la isla no hay nada abierto de noche o tiendas 24 horas donde poder comprarte algo. Así que tengan eso muy en cuenta si no quieren pasar hambre.
Una vez en el ferry ya empecé a notar esa sensación rara que me da cuando me voy acercando a mi querida Miyajima. Por más veces que venga me sigue impresionando ver a lo lejos el perfil de la isla, con el torii en el agua y el santuario al fondo.
Una extraña sensación:
Según me iba acercando me parecía extraño no ver ningún ciervo por el paseo a lo lejos, pero supuse que mi vista ya no es la que era y que posiblemente estarían acostados y no llegaba a verlos. Ya cuando bajé del ferry, salí de la terminal y me sorprendió bastante no ver a ningún ciervo, cosa impensable en anteriores viajes. Lo normal era que al salir ya te encontraras con un pequeño grupo dando vueltas por la zona, pero hoy no había ni uno. Seguí caminando hacia el hotel y no aparecía ninguno, y yo cada vez más mosqueado, hasta que finalmente vi aparecer a dos, que luego fueron cuatro, pero no más, y eso a medio camino entre la terminal del ferry y el torii es impensable.
Además me fijé en que estaban haciendo obras, por lo que supuse que los animalillos estarían asustados por el ruido y se habrían alejado. Otra cosa que no me gustó fue ver como está cambiando la isla, y me refiero a la aparición de algunos tipos de restaurantes y cafeterías con cierto aire pijo, incluido un Starbucks. Un Starbucks en Miyajima, ni en mis peores pesadillas. No quiero pensar que este sea el camino que va a tomar la isla, porque la verdad es que me daría muchísima pena que perdiera su encanto por ceder a los deseos del turismo consumista.
Martes 13 y se cebó conmigo:
Normalmente no le suelo hacer caso a estas cosas de las fechas tipo martes 13 y demás, pero hoy me ha hecho plantearme que algo de verdad puede tener. Quitando la ausencia de ciervos y la aparición monstruosa del Starbucks, el plan consistía en ir al hotel a ver si me dejaban entrar a la habitación antes de hora, pero como aquí son más estrictos que nada tuve que hacer la ruta cargado de nuevo con la mochila hasta los topes. Pero tampoco me iba muy preocupado porque no pensaba caminar en exceso, o eso creía.
Lo segundo que que quería hacer era pasar por un baño, porque eso de coger un tren tan pronto no te da tiempo para ciertas cosas. Así que me metí en uno que hay en el paseo, con tan mala suerte que el baño de estilo occidental estaba ocupado por alguien que decidió empadronarse allí, y el otro que estaba libre era de estilo japonés, ya sabes, de esos con el agujero en el suelo. La madre naturaleza no entendía de tipos de baños, así que me puse a ello, teniendo que hacer un contorsionismo que no entraba en mis planes de por la mañana.
Tras el repertorio de piruetas, puse rumbo a la estación del teleférico que te lleva hasta unos pocos metros del observatorio que hay en la cumbre del Monte Misen. Pero a que no sabes qué, estaba en reparaciones hasta pasado mañana, así que quien quisiera subir tenía que hacerlo a patita, y la ruta más corta y sencilla suele llevar unos 90 minutos. La verdad es que me lo estuve pensando bastante, pero es que en los otros viajes por la falta de tiempo no había subido nunca, y esta vez tenía que hacerlo sí o sí. Así que me dije: "Seguro que tampoco es tanto, subes con calma y ya está".
¿Ves esas escaleras y cuestas empinadas?, pues así fue todo el rato. Me dejé media vida subiendo ese monte infernal, certificando mi nulo estado de forma y sufriendo continuamente el duro golpe moral de ver como te iban adelantando otros, señoras con gorrito de visera incluidas. Estos japoneses deben tomar algo en secreto que no nos cuentan, porque por muy mala que sea mi forma, una señora con bastón no puede subir de esa manera un camino tan empinado.
No se si fueron 90 minutos, 120 o 4 días, pero aquello se me hizo eterno, a punto de escupir el corazón por la boca, iba haciendo alguna que otra parada en banquitos que me iba encontrando. Me repetí hasta la saciedad que cuando vuelva a casa me pondré a dieta, porque yo no vuelvo a pasar por un bochorno como este. Encima cada vez que me cruzaba con un japonés tenía que poner buena cara y decir "konnichiwa", porque parece ser que si haces senderismo es normal que todos se saluden.
Tras no se cuanto tiempo de dura travesía por el infernal monte japonés, conseguí llegar a lo que pensé que era el observatorio, pero no, eran dos templos que están un poco antes de llegar al mismo, el cual estaba aún a 300 metros de escalones y subidas. Pido disculpas por adelantado para aquellos que vean posteriormente el vídeo que grabé para el canal de YouTube, porque dije de todo.
Ahora sí, ya en la cima, me senté a recuperar el aliento y a comprobar que mis piernas seguían pegadas al cuerpo. Cuando vi que todo estaba en orden, subí al observatorio para contemplar unas vistas espectaculares, que en ese momento hicieron que olvidara todo el sufrimiento que padecí minutos antes. La verdad es que es algo que vale la pena ver, aunque mejor subir en el teleférico.
Algo que me pareció bastante friki fue ver a un señor mayor japonés dando vueltas por el observatorio con una pequeña radio a todo volumen, y parecía que contestaba a lo que decían. Atentos a este hombre porque cobrará protagonismo según avance la historia. Bueno, que estuve sacando fotos un rato, me quité los zapatos y estuve observando el paisaje, y así varios minutos hasta que decidí que ya era hora de ir bajando.
La bajada sería mucho más fácil, me dije. Y en un principio era así, quitando que las rodillas sufren bastante en las bajadas, pero bueno, al menos no me quedaba sin aliento como al subir. El poder del martes 13 quiso manifestarse de nuevo cuando me quedaban unos 500 metros para llegar a la base del monte. Como mis piernas temblaban más que un flan a esas alturas, me pegué un tropezón que me hizo volar, y menos mal que se caer con estilo, pero el par de arañazos y otro duro golpe a mi moral no me los quitó nadie. Encima creo que una pareja de japoneses me vio de lejos, y cuando pasaron a mi lado quisieron hacer como si nada, pero yo se que me vieron.
Con mi dignidad algo tocada, seguí bajando mientras esperaba encontrar algún baño para limpiar los arañazos, que ya solo faltaba que se me infectara la herida. ¿Y recuerdan al señor de la radio?, pues apareció misteriosamente delante, y les aseguro que yo me marché antes que él de la cima, y en ningún momento lo vi adelantarme.
Hay que ver lo que puede cambiar en cuestión de horas un día que esperabas fuera casi perfecto en un lugar que adoras. Pero aún así me propuse no venirme abajo y disfrutar el día, porque todavía me quedaba pasear bajo el torii, acercarme a la pagoda y recorrer el Daisho-in.
Lo de pasar bajo el torii cuando baja la marea ya es un clásico, solo que cada vez veo a más y más gente concentrada en un pequeño punto buscando hacerse un selfie. Aquello parecía el Corte Inglés en Navidad, pero era de esperar, así que seguí con lo mio y fui a saludar a mi viejo amigo el torii y a dejarle una monedita como suelo hacer.
Lo siguiente fue subir a la zona de la pagoda, también a tope de gente, pero por allí únicamente quería dar una vuelta alrededor y poco más, así que eso fue lo que hice y bajé con la misma. Como aún faltaban unos minutos para la hora del check-in, me fui a dar una vuelta por la zona más cercana al acuario, que la verdad es que nunca había llegado hasta ella. Me senté un rato a ver el torii desde lejos y un pequeño ciervo quiso hacer de modelo en una de mis fotos. Y a que no saben quién apareció con su radio tras de mí. Ahí lo dejo.
Ya eran las 15:00, así que me puse camino del hotel para descargar la mochila, que me tenía loco. El hotel es el Sakuraya, que está justo en el paseo marítimo y cerca de la terminal del ferry. Era la primera vez que lo visitaba, ya que en los otros viajes siempre me había quedado en el Guest House Kikugawa, pero esta vez me apetecía cambiar, además de que era más barato.
Me tocó en la quinta planta, y cuando voy a coger el ascensor me dice el chico de recepción que solo llega hasta la cuarta, así que la planta que falta tenía que subirla por las escaleras. Y les aseguro que mis rodillas no estaban para un solo escalón más. Con todo el sufrimiento del mundo llegué hasta mi piso, y me llevé una agradable sorpresa al ver la habitación, ya que me la esperaba mucho más pequeña. Es de estilo japonés, de buen tamaño, y con unos armarios que tienen más profundidad que el propio baño. La verdad es que está genial, así que al menos por esta parte no me ha salido mal el cambio de costumbres.
Tras tumbarme un rato a quejarme de mis heridas y magulladuras, me levanté ya que quería ir al Daisho-in y cerraba a las 17:00, así que no podía entretenerme mucho. Este templo es otro de mis favoritos, con tantas cosas que ver y tan diferentes que no te aburres de mirar a un rincón y a otro. Totalmente recomendable, y encima gratuito.
Y ya para terminar la tarde era hora de ir a disfrutar de una de las mejores vistas de Japón, el atardecer de Miyajima. Puedo intentar explicarlo de mil maneras, pero la imagen del torii en el agua mientras atardece me parece algo que debe verse al menos una vez en la vida. No se cuantas fotos y vídeos saqué de ese momento, pero me parece algo tan mágico que ninguna cámara es capaz de captarlo, así que te recomiendo encarecidamente que lo veas con tus propios ojos si tienes la oportunidad.
Y ahora estoy aquí, en la habitación del hotel, con el ruido de un gato enfadado de fondo y buscando la postura correcta para que no se duerman mis piernas mientras tecleo en una de esas mesas bajas que te obligan a sentarte en el suelo sobre un cojín. En breve me prepararé para salir a disfrutar de uno de mis momentos favoritos, la noche en Miyajima. Cuando la mayoría de turistas cogen el último ferry y quedamos unos "pocos" alojados en la isla, es obligatorio salir a pasear y ver las linternas de piedra iluminadas llevándote directamente al torii, que luce espectacular con los focos centrando toda la atención en él. Dejaré alguna foto en la cuenta de Instagram, así que si aún no estás suscrito ya estás tardando ;).
Así que me despido por hoy, que mañana hay que madrugar para salir del paraíso, y visitar un lugar nuevo y otro ya conocido. ¡Hasta mañana!
Comentarios
Vitin
02/04/2018
No me he podido reprimir al leer el relato de este día, confieso que te has metido un buen punto con la señora de la visera y con la pareja que te ignoro en tu caída física y moral, querido amigo, no olvides comprar un palo para estas caminatas, es media vida, ¡¡¡Ya deberías saberlo!!! ;D
Directo a Japón
05/04/2018
Esa vez creo que ni el palo me habría salvado del golpe amigo Vitin. Pero no creas que no lo he echado de menos para otras caminatas de este viaje. ¡Un abrazo!
findeFOTO
14/03/2018
Me encantó el relato, espero impaciente mañana que nos cuentes que tal por la noche. Me apunto el hotel, teniamos el plan de aprovechar a alojarnos en algun ryokan en la isla pero sus precios son prohibitivos, asi que optaremos por un hotel economico.
Saludos!
Directo a Japón
16/03/2018
La verdad es que alojarse en Miyajima siempre ha sido caro, pero con los nuevos hoteles de lujo que están empezando a establecerse cada vez lo irá siendo más. Yo tuve suerte y encontré una buena oferta, por lo que te recomiendo donde me alojé, se está bastante bien. ¡Un saludo!
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Maria
13/03/2018
¡Hola!
Te dejo este comentario para que sepas que desde mi punto de vista está muy bien como llevas diario. Me encanta que des datos histórico, información de precios y como llegar a los lugares y que cuentes anécdotas graciosas, por mí parte sólo falta que des el nombre de los lugares dónde comes ramen (los buenos).
Saludos y sigue así.
Directo a Japón
14/03/2018
Gracias por tus comentarios Maria. Sobre lo de precios y demás datos de los sitios que visito, en el diario lo hago un poco por encima, ya que la idea es más adelante ir haciendo una guía más exhaustiva de cada lugar, con mucha más información. Lo mismo pasaría con los restaurantes, si te fijas, tenemos una sección dedicada a restaurantes en Japón, y a la vuelta del viaje incluiremos los que más nos hayan gustado.
¡Gracias por tus sugerencias y aportaciones!