El día tenía que haber empezado extremadamente temprano, pero tras 15 días sin parar el cuerpo me pidió que atrasara el despertador un par de horitas más. No hay mal que por bien no venga, y como tuve que reservar otro tren acabé cogiendo asiento en el shinkansen Nozomi, que no entra en el JR Pass ordinario, pero sí en el JR Sanyo San´nin Area Pass. Así que por ese lado recuperé algo de tiempo y llegué al primero de mis destinos del día.
Visitando el pueblo de Ponyo:
Me bajé en la estación de Fukuyama, a escasa media hora de Hiroshima. Desde allí tenía que coger un bus que me llevaría a la primera visita del día, el pueblo pesquero de Tomonoura. Como seguramente no lo conoces, simplemente comentar que es el pueblo en el que se inspiró Hayao Miyazaki para su película "Ponyo en el acantilado", de los estudios Ghibli. Como soy un gran fan de las películas de dichos estudios, cuando me enteré de la existencia de ese pueblo, y encima vi que se cruzaba en mi ruta de viaje, no me lo pensé dos veces y lo incluí en el itinerario.
Por si alguien quiere visitarlo en algún momento, para llegar hay que coger el bus nº 5, que se toma en la parada nº 5 en la salida sur de la estación de Fukuyama. El trayecto dura media hora y cuesta 550 ¥ el viaje hasta Tomoko, el puerto de Tomonoura.
Para no variar, era el único occidental en aquel bus, y lo mismo pasó ya en el pueblo. Al bajar en mi parada, me dirigí primero al faro Joyato, construido en la era Edo y auténtico símbolo de Tomonoura. Este pueblo no fue unicamente la inspiración para Ponyo, sino que además sirvió de escenario para alguna escena de la película "Lobezno inmortal". Y creo que no ha sido lo único que se ha rodado por allí, porque vi algún cartel como que una serie japonesa se rodó por allí en algún momento.
El camino alrededor del faro es un gustazo, con calles estrechas y casas tradicionales. Mientras paseaba por allí un señor de unos 200 años me hizo señas para que me acercara, y con una gran sonrisa en su cara me dijo algunas cosas en japonés y me regaló un pequeño sobre con unos trocitos de cartón dentro. Por lo poco que le pude entender me parece que con esos trozos se forma la letra "T" de Tomonoura. El hombre se quedó super contento al dármelo y yo al recibirlo. Estas cosas son las que le alegran la mañana a uno.
Tras callejear un poco más, no me quise entretener mucho más por el pueblo y me dirigí al Templo Fukuzenji, que está bastante cerca de la parada del bus, y desde donde tenemos una de las mejores vistas de Tomonoura. Desde allí puedes sentarte tranquilamente a observar las islas de Bentenjima y Sensujima, mientras algún barco pesquero pasa por delante y le da un toque aún más especial. Como iba con el tiempo justo para no dejar pasar mi siguiente tren, no me entretuve mucho allí, pero me quedé con ganas de pasar unos minutos más simplemente contemplando la escena.
Aceleré un poco el paso y llegué justo a tiempo antes de que saliera el siguiente bus que iba de vuelta a la estación de Fukuyama, donde recogería mi maleta de la taquilla y subiría al siguiente shinkansen que me llevaría a Okayama.
Al rico ramen de Okayama y un paseo por Kurashiki:
Ya en la ciudad de Okayama, tenía que coger un tranvía que por 100 ¥ me dejaría en la parada más cercana a mi hotel, el Excel Okayama, un típico business hotel justo al lado de los jardines Korakuen. Como lo de ayer fue una excepción, esta vez no me dejaron entrar antes de la hora de check-in, y eso que solo quedaba una hora. Como ya iba siendo la hora de comer aproveché para darme un salto a un restaurante de ramen que había mirado desde casa y que encontré de casualidad a través de Google maps, el Tenjin Soba, o eso es al menos lo que dice el traductor de Google, porque en el mapa aparece el nombre en completo japonés.
Había una gran cola en la entrada, y viendo luego el tamaño del local era comprensible. Además que aquel ramen estaba bastante bueno, siendo preparado por cuatro señoras, una de ellas bastante mayor y que era la encargada de ir preparando plato por plato. Como este sitio me ha gustado lo pondré más adelante en el buscador de restaurantes de la web.
Al terminar de comer aún quedaban unos 10 minutos para la hora del check-in, así que me di un salto hasta la parte trasera del hotel, que da hacia los jardines. Estuve un rato admirando el paisaje y viendo a una nutria (o eso creo) nadando por el río, además de patos y algún pez saltarín.
Ya en el hotel, me llevé la muy agradable sorpresa de que desde la habitación tengo vistas a los jardines y al castillo de Okayama. La verdad es que eso de abrir las cortinas y verte un castillo japonés no pasa todos los días.
Ya con el estómago lleno y la mochila más vacía, me puse camino a la estación de Okayama para coger un tren hasta la vecina ciudad de Kurashiki. Aunque lo tuve que hacer de dos intentos porque cuando me subí al primer tranvía recordé que había dejado el JR Pass en la chaqueta, así que me tuve que bajar a medio camino y volver a por él. Subsanado el pequeño olvido, llegué al andén que me correspondía e hice cola con un montón de gente que esperaba el mismo tren.
Una vez en la estación de Kurashiki, lo primero que me pasó fue que al salir se me acercó una chica con pinta de tailandesa o de por ahí a querer enseñarme unos papeles y que le firmara no se qué. Como este tipo de estafas las veo a la legua no la dejé ni acercarse, pero me sorprendió ver eso en Japón. Para llegar al barrio histórico que quería visitar hay dos posibles caminos desde la estación. Yo recomiendo coger el que pasa por la calle comercial techada, ya que me parece mucho más entretenido y curioso.
Supe que había llegado cuando empecé a ver las primeras casas tradicionales, aunque no era tal cual me lo esperaba, sino mucho más orientado al turista. Me imaginaba un ambiente más tradicional y tranquilo, pero aquello estaba hasta los topes de turistas, con barcas dando paseos a extranjeros con unos gorritos puntiagudos y mil tiendas de souvenirs. La verdad es que fue una pequeña decepción en un lugar en el que tenía puestas algunas esperanzas. Tras dar un par de vueltas, el cuerpo ya me pedía descanso y puse rumbo al hotel.
Y esta ha sido la crónica de hoy, con algún cambio de planes ya que tenía planificada la visita a Kurashiki mañana y una vuelta por los jardines hoy, pero el hacerlo al revés hasta me parece más lógico. Y con estas últimas palabras mientras contemplo el castillo iluminado de Okayama, me despido hasta mañana, donde abandonaremos Okayama para poner rumbo a..., y te crees que te lo iba a decir hoy. Vuelve por aquí mañana y lo sabrás ;) ¡Gracias por leernos!.
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