Ya llevo tantos días de viaje que esta mañana me levanté y no sabía qué me tocaba ver hoy. Así que mientras desayunaba le eché un vistazo a la guía y recordé que había incluido en el día de hoy la visita a un templo en las afueras de Sendai, el templo Yamadera.
Este templo se encuentra a más o menos una hora en tren desde Sendai, por lo que cogí uno un poco más tarde de las 9:00 para estar allí sobre las 10:00. Según el tren se iba alejando de la ciudad los vagones se iban quedando vacíos, siendo unos pocos turistas (vuelvo a ser el único occidental) los únicos que permanecíamos en el tren. Cuando nos íbamos acercando al destino, iba siendo más habitual ver nieve en los márgenes de las vías, así como en las montañas entre las que pasábamos. Por un momento dudé si la ropa que llevaba puesta iba a ser la adecuada, ya que por la tele no dijeron nada de que fuera a hacer frío, pero al llegar a la estación de Yamadera comprobé que el tiempo estaba perfecto, ni frío ni calor.
La estación es de esas pequeñas de pueblo, con dos andenes, uno para cada sentido, y una pequeña caseta donde está el revisor. Ya fuera, vi los primeros carteles que señalaban el camino hacia el templo, estando todos escritos tanto en japonés como en inglés, así que bien. El pequeño grupo de turistas que nos habíamos bajado del tren empezamos a ir juntos hacia el templo, comenzando a separarnos según cada uno iba parándose a hacer fotos o a entrar en alguna tienda del pueblo.
A medio camino entre la estación y el comienzo de la subida al templo pasé sobre un puente que cruzaba el río que pasa por el pueblo, viendo a algún pescador probar suerte. Un poco más adelante aparecieron las primeras escaleras, que daban al primer edificio del templo, siendo esta zona gratuita. Al avanzar un poco más ya llegué a donde había que pagar los 300 ¥ para comenzar la tortuosa subida de los 1.000 escalones que me llevarían a lo alto del templo. Quién me iba a decir a mí que pagaría por subir semejante escalera.
Cuando haces el pago ya te advierten que no hay baños más adelante, así que si piensas venir por aquí tenlo en cuenta, no sea que te de un apuro a medio camino. El nombre se lo tiene bien ganado, ya que Yamadera significa literalmente "templo de la montaña". Y es que la subida se las trae, encontrando durante el ascenso cartelitos que te van recordando cuantos escalones llevas y los que te faltan para completar los 1.000. Aparte de esa tortura mental, la subida cuenta con bastantes estatuas, rocas talladas en la montaña y un paisaje natural que hace más llevadera la subida.
Setecientos y pico escalones después, atravesé la puerta que daba acceso al complejo superior del templo. Al menos esta vez no era el único que iba echando los pulmones por la boca, y algún japonés me recordó que también son humanos, porque después de lo del Monte Misen en Miyajima tenía mis dudas. Una vez que recuperas el aliento y observas las increíbles vistas desde lo alto de la montaña, te das cuenta de que ha valido la pena el esfuerzo. El templo en sí es un conjunto de pequeños edificios y un mirador, donde lo más destacable es este último, por sus grandes vistas del pueblo y las montañas, y la estatua del gran buda ubicado en uno de los dos edificios en lo más alto. Por cierto, no están permitidas las fotos al buda, así que hay que conformarse con llevarse la imagen mental.
Por lo demás, no es un templo especialmente bonito, pero el entorno y su situación le dan un toque especial que lo diferencia del resto de templos que he visitado en este viaje. Tras sentarme un rato a descansar y tomar algo, inicié el descenso de nuevo de los 1.000 escalones, teniendo muy en mente el incidente en el Monte Misen, así que no perdí de vista ni uno solo de los mil para evitar tropiezos.
De camino a la estación me crucé con una turista occidental que también vi ayer en la isla de Fukuura, en Matsushima, y nos sorprendimos ambos porque en esta zona es raro encontrarte con alguien que no sea japonés o chino. Ya en la estación me tocó esperar un rato, y es que, si esta visita tiene algo malo, es la poca frecuencia de trenes entre Sendai y Yamadera, siendo prácticamente de uno cada hora. Así que me metí en la caseta donde el revisor y me puse a jugar al Pokemon Go, que era de lo poco que podía hacer allí sentado. Al rato comenzó a llegar el resto de la cuadrilla que llegó conmigo, y a los 20 minutos o así llegó el tren.
Ya de vuelta en Sendai, me di un paseo por los alrededores de la estación, alejándome un poco hasta que di con uno de mis queridos Book-Off Super Bazaar, aunque este de Sendai no es que tuviera mucho de interés. Como estaba realmente hecho polvo de la subida al templo, además de lo ya acumulado, di un par de vueltas más por la zona, entré algunos centros comerciales, comí algo por allí y me volví al hotel.
Cuando estaba llegando al hotel, que está muy cerca de la estación, me fijé en que había una larga cola de gente con camisetas del equipo de béisbol de la ciudad, los Rakuten Eagles, esperando para subir a un bus. Hay que ver lo organizaditos que son estos japoneses, porque la cola era realmente larga, y allí estaban todos calladitos en fila. Cuando puse la tele ya en la habitación justo estaba a punto de empezar el partido al que iba esa gente. Y es que estos días estoy haciendo un máster en béisbol, porque cada vez que la enciendo hay partido, ya sea de adolescentes o de equipos adultos. Le estoy cogiendo el gustillo y todo a ver los partidos.
Y con esto toca despedirse de Sendai, ya que mañana parto hacia un nuevo destino, más al norte aún. A ver cómo se porta el tiempo. Así que te espero por aquí mañana para seguir compartiendo un ratito de este viaje que ya ha pasado de la mitad de su duración. ¡Hasta mañana!.
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