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Regreso a Japón 2019 - Día 4: Kitakata y Niigata (I)

Visita a la ciudad del ramen y paseo en bicicleta por Japón

10 de Abril de 2019

     Amanece en Aizu-Wakamatsu y nos ponemos en marcha hacia nuestro primer destino del día, la ciudad de Kitakata. ¿Y qué hay que ver en Kitakata?, te puedes preguntar. Pues la respuesta es simple, ramen. Y es que Kitakata es famosa, entre otras cosas, por sus más de 120 restaurantes de ramen, además de por contar con un Museo del ramen que también es una especie de santuario, aunque ya lo explicamos más adelante.

Para ir de Aizu-Wakamatsu a Kitakata nos montamos en un tren salido de los años 80 y donde nada más que iban colegiales. La mayoría nos miraba extrañados, y es que éramos los únicos occidentales en todo el tren. El trayecto era corto, llevándonos apenas un cuarto de hora entre una ciudad y otra.

Como habíamos llegado bastante pronto, decidimos dar un paseo por la ciudad hasta que fuera la hora de apertura del museo del ramen (abierto de 10:00 a 16:00 todos los días menos los jueves, o eso dicen). La ciudad en sí no tiene nada especial que ver, a excepción de algunos kura o antiguos almacenes donde se almacenaba el arroz y el sake, entre otros productos. Y es que la calidad del agua de Kitakata hace que su producción de sake sea reconocida por todo el país. Y esta misma agua favorece también la buena reputación de su ramen.

Desde la estación estuvimos paseando por su calle principal, además de aventurarnos por sus callejones, donde encontramos un pequeño santuario algo abandonado y algunos gatos pasando el rato.

Llegamos hasta la zona del río que cruza la ciudad y dimos media vuelta pasando por otro camino, encontrando carteles tan antiguos y chulos como este.

Como aún quedaba un rato para la apertura del museo, entramos a ver un pequeño jardín de acceso gratuito que hay junto a la oficina de atención turística de Kitakata, la cual se encuentra en el interior de un edificio antiguo.

Ese día era martes, por lo que el museo debía abrir, pero ya habían pasado casi 15 minutos más allá de las 10 y por allí no había movimiento. Así que tras estar esperando, y en vista de que teníamos un horario que cumplir en cuanto a trenes (la frecuencia en estas zonas no es muy habitual), decidimos irnos y probar a comer ramen en otro lugar. Pero para que no se diga que no estuvimos allí, ahí va una foto de la entrada, que explica lo de que también se pueda considerar como un santuario del ramen gracias a ese torii donde la parte superior son dos palillos de los que se usan para comer.

Y por cierto, justo al lado se encuentra un bar español de lo más curioso que rompe totalmente la estética del lugar.

Y a pesar de que eran poco más de las 10 de la mañana, encontramos  abierto un pequeño restaurante familiar bastante escondido y que se encontraba en el bajo de una casa.

Estaba regentado por un matrimonio de ancianos y su hijo, que era quien se encargaba de tomar la comanda. A pesar de ser tan pequeño tenían su menú en inglés, y las paredes estaban decoradas con carteles del año de la pera, y garabatos y firmas de gente que pasó por allí. Este tipo de locales me encantan, y encima los dueños era muy simpáticos.

El ramen estaba espectacular, siendo de los más buenos que probamos en todo el viaje. Y para quien se anime a dejarse caer por la zona, el restaurante se llama Shokudo Namae y se puede llegar caminando desde la estación de Kitakata.

Tuvimos que ser rápidos comiendo, y es que a las 11:17 salía el siguiente tren que nos llevaría a Niigata. Como curiosidad, cuando llegamos a la estación de Kitakata y quisimos pasar al andén, vimos que la oficina del revisor estaba cerrada. Y es que hay tan poco movimiento en la ciudad que únicamente abre en los momentos en que pasa el tren.

El siguiente trayecto iba a ser bastante más largo, pasando de las dos horas de viaje, aunque se hacía ameno observando el paisaje nevado, las montañas y estaciones tan curiosas como esta en la que el tren paró unos minutos.

Finalmente llegamos a Niigata, con su gran estación en obras, y es que parece que se estaban preparando para una reunión de ministros de agricultura del G20. El hotel que escogimos, el Ramada Hotel Niigata, se encontraba justo frente a la estación. Nos acercamos y dejamos allí las mochilas, ya que el plan para el resto del día era recorrer parte de la ciudad en bicicleta.

Por cierto, ¿en qué otro lugar del mundo encuentras un autobús decorado con imágenes de Inuyasha?.

El alquiler de las bicicletas lo hicimos en unas oficinas que se encuentran justo al lado de la estación, teniendo que bajar hasta un garaje subterráneo a través de una rampa, en la que al final están las oficinas para hacer el trámite. Únicamente tuvimos que enseñar los pasaportes y rellenar un impreso con nuestros datos. El coste del alquiler es de 200 ¥ por la membresía (te dan una tarjeta de usuario) más 100 ¥ por las tres primeras horas de uso. A partir de ahí pagas 100 ¥ extra por cada hora.

Hacía años que no montaba en bicicleta, así que me probé un par de minutos dando vueltas en una pequeña plaza que hay justo al lado del aparcamiento de bicicletas para asegurarme de no irme al suelo. Una vez comprobado eso de que montar en bicicleta nunca se olvida, comenzamos nuestra ruta por Niigata. La primera parada fue el santuario Minato Inari, al que llegamos tras cruzar uno de los varios puentes que hay en la ciudad y adentrarnos por algunas calles residenciales.

La siguiente parada fue la antigua residencia de la familia Ozawa, unos mercaderes bastante importantes en el pasado y que donaron su residencia a la ciudad, la cual sirve hoy como museo. Se puede acceder por 200¥ y en el interior pueden verse las distintas habitaciones con la decoración de la época, así como un jardín interior.

De allí nos fuimos al mercado Honcho, un conjunto de galerías comerciales techadas (también llamadas shotengai) a cuyos lados se encontraban algunos restaurantes, floristerías y un conjunto de locales centrados en la venta de pescado y marisco con una pinta un poco rara. La verdad que el lugar no invitaba a quedarse mucho, así que tras unos pocos minutos decidimos irnos de allí.

Aprovechando que habíamos dejado aparcadas las bicicletas, andamos un par de minutos hasta el Museo del manga de Niigata, al que puedes entrar de forma gratuita y ver algunas curiosidades sobre el mundillo del manga.

También puedes hacer cosas raras como esta.

De vuelta al parking de bicicletas, las devolvemos y vamos andando hasta el Bandai City, una zona de centros comerciales con tiendas de todo tipo y restaurantes. Una de las que más nos llamó la atención fue la de Studio Ghibli que habían abierto hace pocos días. He de decir que es de las tiendas mejor ambientadas que me he encontrado por Japón, y eso que ya he visitado unas cuantas.

Además de la típica escena de Totoro esperando el autobús, también te encontrabas la camioneta que usaban Satsuki y Mei al principio de la película para realizar la mudanza.

Como ya se acercaba la época del sakura, vimos algunos productos de Mi vecino Totoro con motivos de la flor del cerezo.

Algo que esperábamos ver pero no encontramos fue una torre arcoiris que debía estar en el centro del complejo comercial, pero en aquel momento la habían desmontado, no sabemos si de forma temporal o definitiva. Antes de volvernos al hotel, quisimos hacer una pequeña parada por el PABLO, esa famosa cadena de tiendas especializadas en tartas de queso. Aunque esta vez cometimos el error de querer innovar y nos acabamos llevando una caja de algo que al final resultó no ser pequeñas tartaletas de queso, sino una especie de galletas rellenas de crema extraña.

Para cenar nos decantamos de nuevo por nuestro querido Coco Ichibanya, donde disfrutamos de unos buenos platos de curry.

¿Y la habitación del hotel qué tal?, te puedes preguntar. Pues esta vez no era de los años 80 como en días anteriores, y era una típica habitación de business hotel japonesa con todo lo básico y su baño prefabricado. Suficiente para pasar un par de noches en la ciudad.

Como ya era algo tarde, aprovechamos para hacer la colada. Y es que si quieres viajar ligero de equipaje deberás hacerlo cada 3 o 4 días, aunque vale la pena con tal de no ir arrastrando un maletón por todo el país.

Y tras este largo día, tocó irse a la cama para estar listos para la ruta de mañana por las afueras de Niigata. ¡Te esperamos!.

 

SIGUE LA CRÓNICA EN EL DÍA 5

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